viernes, 4 de noviembre de 2016

De cerrar la puerta a los malos, y abrírsela a los enfermos…


 

Existen tantas opciones de personas con distintos tipos de personalidad combinadas con distintos tipos de enfermedades, como seres humanos habitan el planeta.

 

Combinaciones cruzadas entre personalidades de uno u otro tipo con enfermedades mentales, somáticas y mixtas. 

Nos gusta clasificar, necesitamos categorizar, es necesario para realizar  estudios, para saber, para comparar, para la vida en general. El mundo es un sistema clasificado. Todo está encasillado. Pero en el mundo de la categorización miramos tanto al pequeño encuadre que perdemos de vista el horizonte de la variedad, donde sólo allí, en el conjunto y en la diversidad, permanecen nítidos la razón y el sentido común.

Cuadraditos, nos gusta hacer cuadraditos.

Y en uno de esos cuadraditos metemos nosotros a la enfermedad mental, dentro de un cuadrito bien cerrado y bien estigmatizado. Porque siempre ha sido así. Y al ser humano le cuesta cambiar lo que “siempre ha sido así”, y mucho. 

 

La enfermedad mental existe desde que el hombre es, o aún no era ni hombre. Al igual que la enfermedad somática. Y desde que existe ha venido siendo duramente castigada y estigmatizada por la sociedad en general. Y, por qué? O mejor dicho, Por quién?

 

Por todos nosotros. Por la cultura. Por la sociedad. Por la educación. Por la sanidad. Por la Política. Por el sistema. Por los propios terapeutas. Por la gente de la calle. Por los medios. Por el Marketing. Por la publicidad. Por los propios enfermos. Por ti que estás leyendo esto.

 

Todos somos en parte responsables de mantener viva la llama que encendieron nuestros ancestros, aquellos que no poseían las herramientas de las cuales nosotros gozamos ahora, el Conocimiento y la Ciencia.

La incultura, la religión, el sentimiento mágico, la búsqueda de una alternativa a la ciencia que no tenían, les llevó a encasillar la enfermedad mental dentro de aquel cuadradito de lo mágico, de lo supersticioso, de lo sobrenatural. 

Porque aquella enfermedad que ellos no podían ver con los ojos no la podían explicar. Durante siglos se bautizaron a las distintas enfermedades mentales como apariciones, posesiones demoníacas, castigos divinos, brujería, enfermedades que enviaban los dioses... Y que se curaban con los mismos argumentos, exorcizar personas,

potingues, pócimas, corrientes eléctricas, agua, frío, torturas, fuego, … y sobre todo, aquello que no se podía curar… aquello que por tanto daba más miedo… había que esconderlo, bien escondido, y si me apuras, a lo sumo, mejor era quemarlo en una hoguera y hacerlo desparecer. Las cosas que no conocemos nos dan miedo, y lo que da miedo cuanto más lejos mejor…

Lo hicieron en la Edad Media con las brujas; lo hicieron en el Siglo de Oro con los exorcismos; lo hicieron en los siglos XVIII y XIX con las trepanotomías y los oscuros y tétricos manicomios, esos que aún utilizamos en Halloween para dar miedo, porque daban muchísimo miedo, intuyo que mucho más a aquellos que permanecían encerrados dentro que a los de fuera; lo hicieron los nazis hace dos días;  y, no nos engañemos, lo hacemos nosotros en 2016 manteniendo cerradas, bajo llave y escondidas las unidades psiquiátricas de prácticamente la totalidad de los centros y hospitales de nuestro País. Un atisbo de luz y esperanza asoma sólo sobre el techo de la unidad psiquiátrica del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, que desde 1990 estableció los criterios de Unidad Abierta con un acompañante permitido (como el resto de unidades), a ellos se sumó el Hospital de Inca, en Palma de Mallorca hace dos años, ambos parecen querer avanzar hacia la civilización y el futuro al dejar sus puertas abiertas. 

La Arrixaca, seguida de Inca, han sido pioneros en levantar el cerrojo a las puertas blindadas que flanqueaban sus unidades psiquiátricas, para que sus pacientes también puedan ver el mundo tal y como lo ven los demás enfermos. Estos dos Hospitales han iniciado esa labor interminable e impagable, y a la vez visionaria, y futurista que es acabar de una vez con el estigma de la enfermedad mental.

 

Ambos se han decidido a respetar y cumplir nuestro vigente  Código Penal que en su artículo 147 dice “que la enfermedad mental se equipara a todos los efectos con la enfermedad física o somática”.

Y asimismo se han comprometido a acatar la Constitución Española en uno de los pilares básicos en el que se asientan sus cimientos. Concretamente en su artículo 17 que garantiza el derecho a la libertad de todos los españoles y residentes en territorio español,  y la no, en ningún caso, privación de la libertad, sino en los casos y formas previstas por la ley.

 

Esto no se cumple en las unidades psiquiátricas del territorio español, que, obviando este Artículo Constitucional, y cualquier otro principio básico de humanidad, dignidad,  e igualdad entre las personas, y en este caso concreto entre los pacientes, privan de la libertad impunemente a sus enfermos mentales, haciendo con ello un guiño lejano a aquellos manicomios terroríficos y escalofriantes de siglos  pasados.

 

La Virgen de la Arrixaca, es pionera en España en dejar entrar la luz a través de sus persianas, en dejar que los rayos de sol les acaricien la cara a sus enfermos. Y no hay duda de que, junto con el hospital de INCA, marcarán el camino que seguirán el resto de las unidades y centros del país, como así ya se hace en muchos países de Europa.

 

Pero no sólo continuamos anclados en ocultar la enfermedad mental, por la vergüenza, por el miedo, por el desconocimiento, porque aun hoy en día vemos a diario cómo los  familiares de un paciente con cáncer cuentan en las redes sociales cómo su ser querido ha perdido el pelo, y cómo está superando la quimioterapia, podemos observar cómo sus amigos se afeitan la cabeza en señal de apoyo y solidaridad, vemos lazos rosas en sus fotos de perfil, y cómo los padres de esos enfermos han leído 25 manuales acerca de la enfermedad de su hijo, y han casi estudiado media carrera de medicina para entender y poder vislumbrar algo de luz al final del túnel.

 

Pero no es así cuando nos encontramos ante el enfermo mental, aquí nadie pone fotos en las redes de un paciente contenido, de un electroshock. Nadie dice “qué bien, mi hijo ya no escucha las voces”. Nadie quiere que se sepa que su ser querido es un “loco”, y es que acaso lo es?

Pocos investigan, pocos leen, la mayoría no recuerdan siquiera el nombre de la enfermedad que le han diagnosticado a su hijo. Nadie estudia 25  manuales... Nadie quiere saber nada. Y si puede ser, incluso tratarán de negar la enfermedad. “No, mi hijo no tiene nada”. 

Como no lo veo no lo tengo, no lo ves pero está ahí, delante de ti. O es que tú acaso puedes ver la Diabetes? La Diabetes no la ves y a nadie asusta. Nadie la esconde bajo llave.  Nos imaginamos por un momento una unidad de medicina interna cerrada? Los pacientes estarían aterrados, qué angustia no?, nerviosismo generalizado, agitación, revuelo, quejas, ataques de ansiedad, el otro que quiere fumar, la familia que no puede entrar y no se entera de los horarios…. Pero menudo caos, no? … Uy, pero si es exactamente lo que pasa abajo en la primera ……en psiquiatría…. Ah pero ahí no pasa nada. Si allí no se enteran, como están locos. Si se quejan les medican y listo.

A quién le va a importar. Nos debería importar a todos. Y mucho.  

Y la vergüenza?  No hemos hablado mucho de la vergüenza, del bochorno, volvemos a la quinta planta, nadie se avergüenza de una Diabetes. Por qué nos avergonzamos entonces de una enfermedad mental? La culpa es compartida. La culpa es de todos.

 

Qué nos hace tener miedo del enfermo mental? El desconocimiento, la alarma mediática, la prensa sensacionalista que por sí misma diagnostica a las personas en sus titulares…

“Un esquizofrénico mata a …. “ 

Cuántas veces hemos oído decir que un hombre con dermatitis ha matado a alguien?  …. Yo nunca.

 

A propósito de casos como el de German Wings, o el de ayer mismo en el que el Tribunal Supremo considera inimputable a un hombre que asesina macábramente a dos niños pequeños a golpes contra sendas paredes, y que, además, padecía una enfermedad mental, hay que aclarar de una vez por todas que los enfermos mentales no matan, normalmente matan personas con una enfermedad, o sin ella, ya sea mental o de otro tipo. 

Quién mata? Mata la enfermedad o mata la persona?

Pues habrá que verlo, pero raramente según las estadísticas, es la enfermedad la que mata. La enfermedad a los únicos que mata, por desgracia,  es a los que la sufren. 

Ellos mismos sufren tanto que algunos terminan con su propia vida. Casi siempre sin hacer daño físico a nadie más. En contadas ocasiones es la enfermedad la que mata, que las hay, pero no son siquiera estadísticamente significativas. No más que en otro tipo de enfermedades. Seguramente encontremos más asesinos en serie con úlcera gástrica que con una esquizofrenia. 

 

Casi siempre es la persona la que mata, y que además padece alguna enfermedad física o mental.  

El mero hecho de padecer una enfermedad mental no hace a uno directamente inimputable para todos sus actos. Ni  le inmuniza para la responsabilidad penal. Raramente lo hace.

 

Un psicópata puede ser un asesino de niños, y casualmente ese asesino de niños puede padecer un lupus, una hepatitis, una cardiopatía, o  tener una úlcera gastroduodenal, o una esquizofrenia. Es que acaso la Diabetes le hace a uno culpable de haber matado? 

Y por qué iba a hacerlo una esquizofrenia persé? Esquizofrenia, esa enfermedad que sufre, o padecerá  el 1% de la población mundial … Si miras a tu alrededor, en tu vecindario habrá dos, en tu colegio, en tu clase, en tu trabajo, por todas partes, integrados en tu vida, en la sociedad, en el mundo, a tu lado, serán algunos de tus amigos, y los habrá en todas las familias…. Y es que acaso van matando niños? No, la respuesta es simplemente no.

No porque no son asesinos. Ni psicópatas.  Son personas con un trastorno psíquico, con uno u otro diagnóstico determinado, y no con la condición humana de asesinos. 

 

Con el estigma no sólo erramos en veredictos y sentencias, si no que destruimos además la ya dificultosa y tórpida integración social de estos enfermos, sus ya ralas oportunidades laborales, e incluso relacionales, sus hobbies. Les estamos poniendo la zancadilla, y un montón de piedras en el camino de llevar una vida normal. Nosotros no les estamos dejando avanzar, todos, desde los políticos que cierran bajo llave las unidades de estos enfermos,  con la llave de la regresión y del retroceso. Los propios terapeutas que consideran no imputable a un asesino sólo y por la mera existencia de un diagnóstico. Pasando por familiares y amigos, medios de comunicación y todo el resto de la sociedad al completo.

 

Y además generamos la alarma, el miedo y la repulsa hacia este tipo de enfermedades.

“Mi vecino, el esquizofrénico, uy! qué miedo¡, … te da miedo también el vecino del quinto? Si, ese que tiene cáncer terminal, ah ese no? Pues debería darte más, tiene peor pinta. Y el del tercero, el VIH? Bueno, eseeeee un poco sí, no me acerco a él, pero el del sexto … ay el del sexto, el de las voces, a ver si nos va a matar, que yo tengo dos niños”.  

Dios Bendito. Año 2016. Capital de España. Cualquier comunidad de vecinos.

Ni ser malo ni ser un asesino está reñido ni  es incompatible con sufrir una enfermedad psíquica.  

Pero no al revés, la enfermedad mental no te convierte en un asesino.

Datos estadísticos cedidos por la Dra. Ana I. Gutierrez Salegui.* “En el año 2012, 3.549 personas se quitaron  la vida en España (contando sólo los datos registrados en el INE). De ellas a penas ninguna hizo daño a nadie más que a sí misma”. Con alguna excepción, pero son sobre todo casos de Violencia de Género que no ocupa esta sección. 

Y ya que nos gusta tanto clasificar, hagamos cuadraditos por enfermedades, categoricemos por enfermedades mentales:

Empecemos por la depresión, “según el European Study of the Epidemiology of Mental Disorders (ESEMeD) (Alonso et al. 2004) el 25% de los europeos han sufrido o sufrirán un trastorno del estado de ánimo en su vida”. Es decir, que si en este momento abriéramos los ojos y nos diésemos una vuelta sobre nosotros mismos, la cuarta parte de todas las personas que viésemos en esa vuelta, tendrán, o habrán tenido a lo largo de su vida, o tienen de hecho, un trastorno depresivo. 

Pues está confirmado que ninguno de ellos hará daño a  nadie  más que a sí mismos y si acaso lo hiciesen. Los únicos que sufren son ellos, y mucho, ya lo suficiente como para además cargarles con el peso del estigma y la marca de la vergüenza, con la penitencia del miedo, y de la privación de la libertad.

“En cuanto a los trastornos de ansiedad generalizada, tan sumamente frecuentes, no asocian ningún tipo de instinto homicida”.

Respecto de los trastornos psicosomáticos ni entro a comentarlo, como cita literalmente mi amiga y compañera la psicóloga Ana I. Gutierrez Salegui: “entre las enfermedades psicosomáticas están el colon irritable, la rinitis vasomotora, dermatitis y un largo etcétera entre los que sí, también se incluyen problemas de visión. Veo muchos trastornos psicosomáticos en mi consulta, y nunca se me ocurriría preguntar si su síntoma, enfermedad o problema les provoca ganas de matar. Como todos los anteriores, quienes sufren son ellos.”

Turno para los enfermos con T. bipolar, “(estudio realizado por Jillian Peterson, publicado en la revista Law and Human Behavior), de 429 casos analizados bajo tres tipos de enfermedades, los investigadores descubrieron que únicamente el 3% de los delitos estaban asociados con la depresión (desesperanza y pensamientos suicidas), el 4% con la esquizofrenia (alucinaciones y delirios) y el 10% con la bipolaridad (impulsividad y conductas de riesgo). En los casos estudiados, las personas cometían la mayoría de los delitos por pobreza, marginalidad o consumo de drogas, no inducidos por NINGUN síntoma de su enfermedad.”

 

En conclusión, no existe diferencia estadísticamente significativa entre la incidencia de los delitos cometidos por ese colectivo y los que hubiésemos podido cometer las personas sin enfermedad mental alguna pero con las mismas condiciones de marginalidad,  pobreza o drogadicción. 

“También el Estudio MacARTHUR”,(trabajo multidisciplinar, EE.UU.) arrojó dos predictores para la conducta violenta: uno la psicopatía y otro, el haber sido víctima de malos tratos durante la infancia”.

Y qué decir de los trastornos de personalidad? Pues para empezar que no son patologías mentales, y para terminar que son imputables y responsables de sus actos, puesto que no tienen ninguna dificultad para diferenciar el bien del mal, entendiendo siempre más allá de que tengan una mayor o menor dificultad para el control de sus impulsos. 

Sin embargo, también la mayoría de las personas con un T. de personalidad psicopático son inofensivos,  y no llegan más allá de cometer delitos menores. La palabra psicópata NO es, ni mucho menos, sinónimo de asesino en serie. 

“La Asociación Americana de Psiquiatría (APA), defiende que, “la mayor parte de las personas violentas no sufren enfermedad mental y que con tratamiento, la persona con trastorno mental no es más peligrosa que la población general“.

Y la OMS estima que el 25% de la población mundial padece o padecerá algún tipo de trastorno mental a lo largo de la vida. 

Llegados a este punto podemos afirmar con rotundidad que el enfermo mental es un colectivo vulnerable, estigmatizado y, en su casi totalidad, inofensivo, al que aún mantenemos oculto y encerrado bajo llave y del que seguimos avergonzándonos, y que además nos da mucho miedo y repulsión. Mis propias palabras según las escribo me resuenan en mi conciencia como metralla, las escribo con el color de la vergüenza ajena. Pero es así. Y en nuestra mano está cambiarlo de una vez y para siempre.

Y cómo hacerlo? Empecemos por mantener bien informada a la población general, a los niños en los colegios, acerca de la enfermedad mental. Luchemos juntos por la integración de todos, laboral y social. Y relacional en todas las esferas.

Que la gente lea, que la gente escuche, que la gente lo vea en la televisión. Que sepan qué es una enfermedad mental, que conozcan este tipo de dolencias igual que conocen las somáticas, que presuman en las redes sociales de la mejoría de su hija con T. bipolar, de su padre que ha dejado de sufrir aquellas alucinaciones, de su prima que, por fin, toma su medicación correctamente, de su amigo ése que ya no ha vuelto intentar quitarse la vida.

Que se obligue a los medios de comunicación a desechar el morbo de la enfermedad mental. Que nunca más un titular verse así: “hombre con esquizofrenia mata a otra persona”,  igual que ninguno versaría nunca así: “mujer con acné asesina a su bebé”, porque no hay ninguna diferencia.

Que abramos las puertas de nuestras unidades psiquiátricas, que nuestros pacientes reciban la misma luz que los demás, el mismo aire, la misma brisa, las mismas oportunidades de decidir que quieren curarse por sí mismos. 

La oportunidad importantísima e imperiosa, de verse autónomos en sus decisiones, y responsables de ellas, porque no son niños ni incapaces en su mayoría, hagámosles sentir valientes, fuertes, y decididos a querer curarse. Que tengan la oportunidad de ser partícipes de su propia evolución, por deseo propio, porque quieran hacerlo. Del mismo modo que lo ha hecho ese muchacho de Facebook con su leucemia. Porque ellos también se quieren curar, porque ellos también necesitan aire, y luz, cariño, y amigos, visitas, comer y beber y fumar, todo exactamente todo lo mismo que necesitan los demás pacientes de nuestro hospital, porque todos y cada uno de ellos necesitan las mismas cosas. En todo el hospital, en todos los hospitales, en todos los países. 

Y porque en nuestro País sólo los delincuentes están encerrados y ellos, que yo recuerde, recordadlo también vosotros, son enfermos y no delincuentes.

Que de una vez por todas y entre todos hagamos entender a la población que los enfermos mentales tienen mucho más miedo de nosotros que nosotros de ellos, que son inofensivos, que no se escapan, y que están expuestos y vulnerables, asustados, angustiados, y sufriendo mucho, sin comprender qué les sucede, ni porque, a veces ni dónde están, en manos de unas personas de las que desconfían, porque les privan de sus derechos fundamentales, de su propia libertad, y tienen mucho, mucho miedo.  Y que no… no son contagiosos.

Podremos desestigmatizar y comprender la enfermedad mental el día que el ser humano pueda ser capaz de asumir y aceptar la bondad y la maldad como algo inherente a nuestra especie. Asumir y aceptar que existen personas buenas y otras no tanto, algunas muy malas, personas capaces de cometer actos atroces y dantescos, que sobrepasan el entendimiento humano, capaces de violar, asesinar, descuartizar, herir, torturar, matar niños, y animales… Los hay, existen, sí, y nadie tiene la culpa de que estén en nuestra sociedad, dejemos de intentar ocultar esa evidencia axiomática bajo la etiqueta de la “enfermedad mental”. Para sentirnos mejor con ello, para tener dónde encasillarles, para tenerles en un cuadradito metidos, y que de allí no vayan a escapar. Para no tener la certeza de que alguien pueda realmente  ser así de malo. No, eso es imposible, es mejor que esté enfermo.  Y eso no es justo. Cada palo que aguate su vela. Y las etiquetas fuera. Y las casillas también, y  las clasificaciones y las categorizaciones, y los cuadraditos. Cada paciente es distinto, pero igual que el otro. 

Y sobre todo y ante todo, respetemos el hecho de que el enfermo mental goza de los mismos derechos y privilegios que tú y que yo. Tú y yo que estamos en ese  75% de población que no  padece ningún trastorno mental,… todavía.


*Referencia al post Dra. Salegui

http://hayderecho.com/2015/04/05/el-tratamiento-informativo-de-la-enfermedad-mental-en-accidentes-o-delitos/

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Dra. Sylvia Lladó Almiñana