María tiene 38 años, es rubia, y es bastante guapa, vive en un chalet a las afueras de Madrid, también tiene dos hijos, Claudia de 5 años y Marcos de 10. Son unos niños muy buenos y son guapos además. Luego está Pancho, su perro, es un perrajo de esos pequeños, no sé de qué raza, ladra mucho y es bastante pesado. Su marido es un chico alto, moreno, y militar. La casa está bastante bien, y tienen dos coches de marca. También tienen abuelos, y una chica que limpia la casa. Se quieren mucho. Una buena pareja con unos bonitos hijos, y un perro muy pesado.
Esta historia empieza el día en que yo conocí a María.
La conocí tarde, pero la conocí. Se llamaba María y la conocí colgada de una cuerda de tender la ropa, en la terraza de su casa. Era rubia y era bastante guapa.
Eran las siete de la tarde cuando sonó mi teléfono, yo estaba de compras con una amiga, el teléfono sonó y, bueno, claro, tuvimos que irnos, mi amiga quiso acompañarme. Cogimos mi coche, y treinta kilómetros después estábamos en casa de María.
Recuerdo que estaba atardeciendo, en la puerta había dos niños, bastante desorientados, eran pequeños y sí, eran bastante guapos. También había un perro muy pesado que ladraba sin parar.
Yo conocí a María colgada de una cuerda de tender la ropa, estaba fría y pálida, y bastante rígida.
Pero María no siempre había sido así…
María había sido bastante guapa.
Había llegado a ser alegre, y divertida, y hubo una época en la que iba al gimnasio y se maquillaba mucho, y además solía salir los jueves con sus amigas a tomar algo.
María era una chica de esas a las que uno diría que la vida la había tratado bastante bien.
Conoció a su marido siendo bastante joven, él era militar, pero lejos de de tener un carácter autoritario o agresivo era un tipo encantador, la trataba bastante bien, podría decirse que la trataba pero que muy bien.
Él estaba muy enamorado. Y ella también.
Cuando nació Claudia algo cambió. Ella se puso muy triste después del parto, al principio pensaron que era lo normal, una depresión postparto. Y tal. Pero con el tiempo no pareció mejorar demasiado.
Ella siempre estaba bastante triste.
Tenía sus épocas, a veces estaba mejor, a veces estaba peor…. Pero en fin, iba tirando, ya se sabe, dos niños, la casa… Mucho lío y, bueno, pues una está cansada... es lo normal.
Ella iba al psiquiatra y su médico de familia le controlaba la medicación.
Pasaron varios años en los que la depresión iba y luego venía, y luego volvía a ir…. Y así Claudia cumplió 4 años y, bueno, todo parecía funcionar. No como antes claro, pero en fin, funcionaba y la vida iba pasando, sin pena ni gloria.
La gente hacía esas cosas que tanto ayudan a los enfermos: “Tienes que esforzarte, tienes que vestirte y maquillarte y tienes que salir María.” – decían.
“María, la culpa es tuya, todo está en tu cabeza hija, depende de ti. Si no lo haces tú nadie puede hacerlo por ti… Es que no entendemos qué te pasa… Lo tienes todo... Ojalá yo tuviera tu vida tan maravillosa… Es que no quieres a tus hijos? …. Mira a tu alrededor… lo de ese vecino con cáncer, eso sí que es una tragedia, lo tuyo no es más que tontería… Ya vale… Espabila... Venga María… Vamos, vístete... María sal de casa... María maquíllate… María es tu culpa… María María María María María ….”
Y María no pudo soportar más tanta presión…porque, lejos de ser culpable de su enfermedad, lejos de tener el remedio en su mano como todos decían, lejos de poder controlar su tristeza como todos pensaba, lejos de poder hacer nada por sí misma para solucionar su problema…. Resultó que tenía una enfermedad y, oh, sorpresa, las enfermedades, incluida la depresión, no están en nuestra imaginación…. Quizá no las podamos ver a todas como a los virus, en un microscopio pero existen, incluso tienen su base científica y todo… anda!, sí, se trata de un desequilibrio en los neurotransmisores… algo en el cerebro que se descontrola…. Cómo podía María regular sus neurotransmisores??? Es que acaso podía?? Si claro que sí, podía regular los neurotransmisores de su cabeza de la misma forma que el paciente oncológico puede regular su cáncer, maquillándose o saliendo por ahí… No es así?
Alguna vez alguien oyó “si no te curas del cáncer es porque no quieres?”
María no podía controlar su depresión saliendo por ahí…. Ni maquillándose. Igual que el paciente con sida no puede sacarse el virus de su cuerpo ni aumentar sus CD4.... Pero eso la gente no lo sabe porque le gente, en general, no es médico, y sobre todo, porque la gente en general, quiere ver a María en la calle, riéndose y cuidando de sus hijos…. Y no tiene otro modo de hacerlo que intentando animarla. Es comprensible y bienintencionado, pero incorrecto.
Quizá a María habría que haberle dicho: “Quédate en la cama y no hagas nada María, no pasa nada, estás enferma y no tienes por qué hacerlo… Quédate en la cama María, no te pintes, no te levantes y deja que las medicinas hagan el resto.”
Pero María tiene dos hijos, que son bastante guapos y además las depresiones no se ven y seguro que tampoco es para tanto…. No se puede ser tan egoísta, hay que sacar fuerzas de donde no las hay y tirar para adelante, mucha gente tiene cosas peores y sale… Los niños en África no tienen para comer … Y mucha gente no puede tener hijos y ella tiene dos!! …Y mira... Abandonados los tiene...
María era rubia y era bastante guapa.
María se levantó una mañana y se tomó unas pastillas… por suerte duró poco, su marido estaba siempre muy pendiente porque además la quería mucho. Y se percató, luego en el hospital hicieron el resto, el lavado gástrico y el carbón activo dejaron a María lista para volver a intentar maquillarse y salir. "María ya te vale. No lo vuelvas a hacer."
María pasó a ser vigilada las 24 horas como corresponde, tras su pertinente ingreso en la planta de psiquiatría, claro está, ya no la dejaban nunca sola, ni a sol, ni a sombra.
Pasaron largos meses en los que María estaba siempre acompañada. Pero eso no alejaba su tristeza, porque su tristeza no dependía de ella, ni de lo acompañada que estuviese, ni de lo que había a su alrededor, dependía única y exclusivamente su enfermedad… Y ésta estaba intentado ser controlada con medicación y sesiones de psicoterapia, que parecían no empezar nunca a surtir el efecto esperado…
De momento la medicación era nueva, y ya se sabe… esas pastillas tardan tres semanas en empezar a hacer efecto… Paciencia…. Y vigilancia…
Y mientras tanto, a María se le terminó de venir el mundo encima… la culpabilidad se apoderó de lo poco que quedaba de ella… su enfermedad terminó por invadir toda su psique… no había lugar ya para nada más, a ello contribuyeron convenientemente todos los que animaban a su alrededor… “María vístete, María maquíllate, María dúchate, María lávate ese pelo, María vamos a pasear, María mira a tus hijos, María no lo vuelvas a hacer, María, María, María”.
Y resulta que María estaba ya muy cansada y no quiso pelear más.
María era bastante guapa, ya lo he dicho, pero resulta que además era bastante lista. Y aunque María no tenía ya fuerzas para pelear, ni ganas, ni nada, la nueva medicación le dio un poquito de aire fresco, apenas nada. Lo suficiente. Justo el ápice de aire que necesitaba. Justo la energía exacta para “ponerse bien del todo”. Y se puso “bien del todo”. María se levantó por la mañana, se duchó, se vistió, se maquilló… Sonrió, hizo el desayuno incluso, abrazó a sus hijos…Y les acompañó a la escuela, junto con su marido.
Al día siguiente tuvo fuerzas para seguir “estando bien del todo”… Y volvió a hacerlo todo perfecto. Todos estaban felices y contentos, porque por fin, María estaba “bien del todo”.
Al cabo de tres días María estaba muy cansada ya, pero gracias a la medicación, que le dio ese pequeño aliento y a que todo su entorno estaba tan feliz de verla bien… ella logró un cuarto día levantarse maquillarse vestirse… y pedir lo que fue definitivo para valorar su curación…. “Puedo ir a clase de yoga????”
Sí! Quería ir a clase de yoga, María por fin estaba “bien del todo”, ahora sí, llevaba meses sin ir a clase de yoga, su mayor hobbie… Su marido no se lo pensó… Y se fue solo a por los niños, total eran 20 minutos y ella salía ya mismo hacia su clase de yoga... Él iba con un brillo nuevo en los ojos, el brillo de la esperanza.
Pero María nunca salió de casa, María se despidió de su marido, y cerró la puerta.
Ahora sí que estaba cansada…muy cansada, ahora ni la medicación nueva era ya suficiente para dar un solo paso más… Cuatro días de estar “bien del todo” son agotadores para cualquier paciente con depresión. Ahora ya no tenía fuerzas para dejar una nota.
Ahora era libre, la libertad le había costado cuatro días de estar "bien del todo", con sus desayunos, comidas y cenas, con sus tres noches, sus maquillajes y sus duchas, con su levantarse de la cama y asomarse a ese abismo infinito que es el mundo, la libertad le había costado cuatro perpetuos e ímprobos días, y tres noches. Y esta vez no pensaba fallar.
Yo conocí a María colgada de una cuerda de tender la ropa. Era una cuerda de color verde. Ella era rubia y era bastante guapa.
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